La fuerza femenina creadora y protectora ha sido adorada en todas las religiones. Entre los católicos la Virgen María es la pureza, la belleza y el amor infinito. María concibe con la fuerza de la fe, la del Espíritu Santo, a su hijo divino, Cristo. En sentido amplio es la madre que acoge y cuida a su hijo del alma, a cuyo seno finalmente se regresa.