Su sentido simbólico corresponde a la profundidad interior y la amplitud exterior, en un estado entre la solidez de la tierra y lo etéreo del cielo, entre lo material y lo espiritual. Analógicamente, el mar, los océanos, se consideran como la fuente de la vida y el final de la misma. “Volver al mar”, morir, es dirigirse al infinito pero a la vez retornar a la madre para volver a nacer.